El perfume nos identifica y dice mucho de cómo somos. Debe ser un complemento más, como el cinturón, la cartera o el reloj, si no más importante que todos ellos. A continuación, ofrecemos una serie de pautas para elegir el perfume que más nos conviene.
Realmente, apenas necesitas saber nada para elegir un perfume. Tal vez sólo la estructura y, atendiendo a ella, la duración en el olfato y las sensaciones de que deja en el este sentido. Para ello, y atendiendo a este criterio, vamos a dividir los perfumes en tres grandes grupos:
Perfumes “de salida”
Son los que se relacionan con los cítricos: naranja, mandarina, limón Suelen transmitir frescor y se evaporan en unos cinco minutos. Vamos usar estos aromas cuando el tiempo es cálido, en verano, ya que no “cargan” el olfato y suele agradecerse este tipo de esencias. Son, de hecho, las que llamamos “frescas”.
Perfumes “de corazón”
Vamos a llamarlos “todoterreno”, en tanto en cuanto sus múltiples componentes resultan agradables en casi cualquier persona y situación. Generalmente, son esencias florales las que dominan en su composición, como el jazmín o la rosa.
Perfumes “de fondo”
Un tercer grupo se refiere a esencias cálidas, intensas, con elementos animales en su composición, como el almizcle o el ámbar gris; maderas, tipo sándalo u otro tipo de olores como canela, nuez, incienso o coco.
Tres son las divisiones que hemos realizado en esta clasificación, pero pueden ser muchas más: pensemos en las sensaciones que deja cada aroma, o en qué ocasiones es más adecuado, por poner sólo un par de ejemplos.
Y ahora, dejémonos de divisiones: cada uno ha de probar y decidir qué esencia le gusta más o con cuál está más cómodo. Sólo eso es lo que se necesita para elegir un perfume.