Si queremos que se diga de nosotros que vamos bien vestidos, hemos de seguir una serie de pautas. Sencillas. Lógicas. Que nos empeñamos en olvidar a las primeras de cambio. Yo, en tu lugar, imprimiría este artículo y lo pegaría en el interior del armario.
Para empezar, al comprar la ropa, elijamos los colores que nos sienten bien: la piel clara pide tonos oscuros y viceversa. Suele quedar muy bien, para llamar la atención vestir una camisa del mismo color que los ojos.
Ropa cómoda y adecuada a las circunstancias
En todo caso, las prendas, aparte de “caernos” bien, han de ser cómodas y adecuadas al entorno: no nos pongamos un traje de Armani para bajar a tomarnos una caña al bar de la esquina, a no ser que el bar de la esquina sea el punto de encuentro de la flor y nata de la alta sociedad.
Cuando se trata de combinar prendas, también existen normas. Para empezar, si nos ponemos un traje, combinemos un máximo de dos colores y, eso sí, que no se parezcan entre ellos. Antes bien, busquemos el contraste.
Patrones y colores
Si lo que vamos a combinar son diferentes patrones -dibujos en la ropa-, que sean de verdad diferentes: con una camisa a rayas verticales finas, las bandas de la corbata han de ser anchas para que la mezcla resulte elegante.
Un tándem que no siempre se tiene en cuenta y que puede destrozar cualquier combinación es el que forman los zapatos con los pantalones o con el cinturón. La norma es sencilla: pantalón negro con zapato negro; pantalón azul con zapato marrón y el cinturón siempre a juego con los zapatos. Por cierto: ¿has visto alguna vez a alguien que le quede bien la mezcla de negro con azul?
Todas estas son normas básicas, los primeros pasos para vestir como un caballero. Para complementarlas, debemos tener en cuenta varias más y, sobre todo, vestir de forma adecuada y cómoda para cada ocasión.